¡Oh! Adorada mujer,
que llenas con tu tierno ser,
ésta gran alma abatida,
no lo podía creer,
viniste a ver mi partida.
Tú, eres ensueño bello,
que deleitas toda mi alma,
brindas con un dulce beso,
ocasos llenos de calma.
No deseo despertar,
el no volver a mirar,
aquellos ojos canela,
aquellos labios carmesí.
Dejas una huella imborrable,
dejas vacío fugaz,
aunque seas inalcanzable,
volveré a ti, una vez más.
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