martes, 1 de noviembre de 2016

Acorralados

     “Ni escondite, ni refugio, es el lugar al cual nos enviaron aquellos militares con la intensión de que nos escondiéramos mientras pase la catástrofe a nivel global, hasta que el caos se disperse. Era una locura, gritos, sirenas, muerte, todo azotaba al mundo que conocíamos. 


     Pero nos enviaron directo a nuestro deceso, nos condenaron a la tan gélida, dolorosa y voraz muerte andante a pocos metros como medio de distracción para que los malditos soldados pudieran escapar de los zombis, pero no, de ninguna manera nos quedaríamos tranquilos mientras nos devoran esos horribles engendros, ellos tendrían que luchar para saborear nuestra carne, no se los dejaríamos tan fácil.

     Las defensas de la puerta comenzaban a ceder, y aquellos seres aullaban desesperadamente por entrar…”

     Me estremecí al leer esas últimas notas amarillas, diario de un pobre sujeto con su familia atrapada en un pequeño garaje.

     Es triste ver a lo que ha llegado la humanidad, me dije a mí mismo, buscando poder, ambición por agrandar territorios como si fueran dueños de la tierra, buscar solamente beneficio propio y egoísta, añorando riquezas, todo a causa del mundano dinero. Llegar a tal punto de crear armas químicas de toda clase, armas nucleares, para su destrucción, ser la única raza que busque exterminarse así misma.

     Ahora se ven los resultados, ahora en esta época los pocos seres humanos que quedamos, vivimos con miedo, con angustia, escapando de la muerte, alargando nuestro tan evidente destino. Mientras yo sigo aquí uniendo partes, documentando recuerdos que encuentro del antiguo mundo, como un magistral rompecabezas y registrándolo todo en una vieja grabadora de voz.

     Empieza a oscurecer, una señal de que debo buscar un refugió (si es que lo consigo), escucho pasos alarmantes ya muy conocidos, están cerca, con sus típicas voces guturales, detesto demasiado aquellos demonios en verdad, empiezo a pensar que les atrae el olor a vivos, nos olfatean como perros buscando comida, siempre saben dónde encontrarnos, apresuro la marcha mientras en mi mente recuerdo la misión a la que he sido encomendado, buscar provisiones para la poca gente que aún queda con vida, somos ya como una familia, son mi responsabilidad, lo hago por ellos.

     El miedo me consume, no encuentro un buen lugar oculto. Empiezan a llegar más zombis desde el otro extremo de la avenida, logro verlos acercarse, temo lo peor esta noche sin dejar de sentir pánico, horror, siento escalofríos por el ambiente en el que me encuentro, recorre en mí el fuerte sentimiento de que desde siempre hemos sido prisioneros, siempre hemos sido presos, y hemos estado acorralados en este mundo que sin duda, llegará a su fin.
Estamos condenados.


Relatos de Terror, Acorralados

Imprimir o exportar PDF

0 comentarios:

Publicar un comentario