domingo, 30 de octubre de 2016

Frío

     Era una tarde tormentosa de Junio, oía claramente como las gotas caían sin cesar despiadadas y fúnebres sobre el tejado, así como un par de furiosos relámpagos que manifestaban su presencia en la lejanía. El tiempo castigaba con un frío glacial toda la región, pero en especial mi alcoba. Hace años que no llegaba una temporada así. Aunque estuviera cubierto por un mundo de cobijas, el frío lograba introducirse a través de ellas levemente, consiguiendo así, hacerme temblar frenéticamente aquella tarde.

     De pronto, el fuerte viento hizo que la lluvia se desviara y empezara a caer sobre mi ventana, era como si alguien, no, era como si varias personas tocaran para pedir permiso y entrar. Tuve un pequeño sobresalto por ello, pues, las gotas de lluvia empezaron a caer más y más deprisa, azotando la ventaba con violencia. Me levanté, y lentamente me fui acercando para ver lo que sucedía. Pero, noté algo inusual. Una especie de neblina se iba aproximando rápidamente desde el horizonte, se iba apoderando de todo el espectacular paisaje de verano que solía contemplar en ocasiones frente a mi ventana. Aquellas nubes blancas iban secando todo rastro de vida a su paso. Árboles y plantas de jardines vecinos tomaban un color grisáceo hasta secarse por completo. Los pocos perros callejeros que vagaban por los alrededores ladraban sin cesar y corrían despavoridos, pero, la neblina los alcanzó a todos. Terminaron con un desgarrador chillido de dolor final y tan sólo quedaban huesos inertes de ellos sobre la acera. 

     !No quedaba nada! Aquella neblina se hizo tan espesa que el panorama se tornó apagado, ¡Ya no podía ver nada! No resistí, no resistí seguir viendo todo aquel penoso escenario de muerte, y de mis ojos tan sólo brotaron lágrimas amargas de pesar y tristeza. Me alejé de la ventana y tan sólo vi como aquella nube blanca se colaba dentro de mi habitación, trayendo consigo un frío tenaz, un frío voraz y gélido como nunca antes había sentido, se iba impregnando de a poco sobre mis huesos haciéndome retorcer de dolor. 

     Al cabo de un momento, todo a mí alrededor se volvió opaco, sombrío y tétrico. Todo a mí alrededor se quedó en silencio, como si alguien apagase todo el ruido externo de la ciudad. Me sentía extraño. Al darme la vuelta, me sorprendí mucho al verme a mi mismo. ¡Era yo! Y estaba dormido sobre mi cama. No lo podía creer, mi mente no aceptaba tal realidad. Pero no era sólo yo, decenas de sombras oscuras de forma humana posaban alrededor, observándome fijamente con odio, murmuraban y susurraban. Uno de ellos volteó a verme, me asusté demasiado. 

     Desperté con los sentidos acelerados y sentí como el frío, aquel jodido frío no desapareció jamás…

Relatos de terror, Frío

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