domingo, 9 de octubre de 2016

Alba

     Mientras admiraba el horizonte con ojos expresivos, entusiasmados y alegres, se formaba una amplia sonrisa en el pequeño Din a pesar de, la brisa gélida que le daba al rostro y que revolvía su cabello en diferentes direcciones. El horizonte se apreciaba levemente de un tono anaranjado en la mitad. Entre tanto, el firmamento aún cubierto de un manto oscuro y gris conjuntamente con las nubes más cercanas.

       El niño se encontraba en lo más alto de una colina, en donde se podía contemplar un maravilloso paisaje, una vista espectacular completa de la ciudad que lo vio nacer hacer ya once años. De pronto, pequeños puntos de luz diminutos se iban encendiendo poco a poco en las edificaciones, dando un pacífico entorno relajado y mágico. Un nuevo día estaba a punto de comenzar. 

    Pero, en un abrir y cerrar de ojos, absolutamente todo el panorama cambió. Ruidos atroces provenían desde el cielo y la tierra, el niño veía como aves de metal volaban rápidamente, cortando así, a inocentes nubes que se cruzaban en su camino. Las aves dejaban caer a su paso objetos alargados y extraños de ellas. Del mismo modo, vio como grandes animales de metal con ruedas caminaban uno tras otro por la carretera cruzando la entrada principal de la ciudad. 

     Aquellos seres, empezaron a botar fuego hacía las viviendas más próximas, personas con casco salían de las brutales bestias e ingresaban a las viviendas a la fuerza, duraban unos cuantos minutos allí dentro y salían con salpicaduras de sangre sobre sus uniformes, mientras tanto, otros soldados daban empujones a la gente y los metían en jaulas como animales salvajes, finalmente para tomarlos como prisioneros. Desde lejos se percibía las grandes columnas de fuego mezcladas con gritos y llantos desgarradores provenientes de la pobre gente de la ciudad, se distinguían a kilómetros, seguido de ensordecedoras explosiones continuas por todos lados. Razón por la cual, los pequeños ojos del muchacho se hicieron cristalinos, lágrimas de un tono color triste-amargo es lo que brotaban de ellos mientras se deslizaban por sus mejillas, mientras sus rodillas le temblaban hasta el punto de caer sobre ellas en el pasto húmedo de aquella madrugada. 

      El chico sin darse cuenta, un misil inesperado caía a una distancia moderadamente de su posición. Aún así, el impacto fue atronador cuando cayó y lo suficientemente fuerte la onda para hacer volar por los aires al pequeño. En aquel corto transcurso de tiempo, lo único que deseaba era despertar ya de aquella pesadilla en la que se encontraba, sólo deseó encontrarse de regreso en su cama mientras se imaginaba a sus padres despertándolo y dándole un acogedor abrazo para decirle que todo estaría bien, que tan sólo era un mal sueño y que nada malo pasaría. 

      Din pensaba que por suerte ninguna persona en el mundo sería capaz de dañar a otra, que la gente se quería como hermanos ayudándose mutuamente y que no existían espacio para rivalidades ni peleas, que por suerte siempre existía la amabilidad entre ellos. Al menos así él lo veía cada día en el pueblo en el que vivía y que por suerte, cosas malas nunca suceden en la vida real… 

     Y así es como, la luz de la mirada del pequeño se apagó por completo, aquella mañana no fue igual que muchas otras anteriores, ni nunca lo sería para aquel infortunado pueblo. Ahora Din duerme eternamente con la esperanza de despertar, de nuevamente pasar días felices a lado de su humilde familia y haciendo lo que era propio de él, como todo niño de su edad.

Relato de Tragedia, Alba

Imprimir o exportar PDF

0 comentarios:

Publicar un comentario