domingo, 16 de octubre de 2016

Coma (Parte II)

     Ha pasado un buen tiempo desde aquellos días en que permanecí en coma, varios doctores me habían sentenciado a un estado vegetativo irremediable por siempre, el daño que me causó un trágico accidente de tránsito mientras conducía en la noche por la carretera hacia mi hogar, aquel hecho fue el detonante para permanecer en cama por un tiempo indefinido, llevaba ya tres años en ese estado, mi familia iba perdiendo poco a poco las esperanzas, simplemente me iban a desconectar. Algo inusual pasó ese día, los doctores impactados sentenciaron que fue un milagro, un hecho sin explicación alguna, tal vez fui muy afortunado al haber despertado, el haber huido de aquellos laberintos sin fin y de la bestia que me perseguía, pero frecuentemente pienso que ojalá hubiera terminado todo, mejor debieron haberme dejado en ese sueño eterno sentenciado a muerte. 

     He tenido pesadillas monstruosas desde que salí de alta del hospital, tal vez tenga que aprender a vivir con ello hasta el final de mis días, o tal vez de un momento a otro se me olviden, en fin, es insoportable, quisiera esconderme en algún lugar, ojala hubiera escapatoria, me estoy volviendo loco, empiezo a perder la cordura.

     Desperté en la madrugada como de costumbre asustado, agitado y acompañado de una terrible migraña, he comprado un montón de calmantes, cada día me tomo de cuatro a cinco pastillas para estabilizarme, para tranquilizarme, implorando que los medicamentos surjan efecto, siento cada vez que necesito incrementar la dosis a medida que pasa el tiempo. Sentado al borde de mi cama llegaban a mi mente pequeñas imágenes del pasado. 

     Varios años atrás recuerdo que un día, mientras hacía una inspección de rutina en el área que me encomendaron, pues era un militar en servicio activo y siempre había que estar en vigilancia permanente de nuestro entorno, llegaba el atardecer y los rayos de sol iban perdiendo su intensidad dando paso a pequeñas sombras que se formaban por toda la vegetación. 

     Repentinamente, a una cierta distancia de mi posición, escuché hojas secas que se rompían a la lejanía, sin duda eran pisadas de alguien, además de que algunos arbustos se movieran, no como los mueve el viento de forma natural, sino como sí alguien pasara a través de ellos, causando revuelo entre sus ramas. De un respingo di unos pasos atrás, causaba en mi un nerviosismo de mil demonios ese suceso repentino, ningún otro colega tenía que estar a esas horas por mi sector, todos debían estar en sus puestos hasta que llegue la mañana y termine nuestro turno ocupándolo un reemplazo para que tome nuestra posta, entonces la única posibilidad era que fuera un intruso, algún espía que nos vigilaba y tal vez planeara entrar a nuestro fuerte militar, tal vez a robar munición, armamento o cosas por el estilo. 

     Traté de comunicarme por radio para alertar de la situación, pero algo singular sucedía, simplemente escuchaba estática, nunca había pasado antes, las transmisiones por radio siempre era fluidas, casi nítidas, tal vez el trasto de descompuso de alguna forma pensé. Tomé mi arma, un fusil modelo HK-MP5 que a todos los soldados nos daban una vez acabáramos el curso de nuestro adiestramiento y formación, me gustaba mucho, pues se ajustaba perfectamente a mi hombro por lo que al momento de disparar, eran certeros mis tiros. 

     Me puse inmediatamente en marcha en la dirección de aquel repentino ruido, muy extraño por cierto, mi zona estaba prácticamente aislada de la civilización, solamente el área, el terreno de nuestro cuartel estaba delimitaba por una malla, adicionalmente en la parte superior se colocó una barrera de alambres para ganado, ni siquiera aún se había construido una carretera por donde pudieran pasar vehículos al otro lado, nadie quisiese rondar por esos sitios desolados. 

     Encendí mi linterna, pues ya todo se oscureció completamente, aunque el cielo estaba despejado, se lograba divisar las estrellas, pero la luna, aquella esfera color perla característica de la noche no estaba por ningún lado, definitivamente algo andaba mal, no era normal, además era como si medida que seguía avanzando la flora iba perdiendo vida, veía árboles ya secos sin hojas, algunos daban la sensación de tener forma humana, pero estaban deformados, sus ramas largas secas estaban torcidas que daban espanto, algunas flores silvestres desparramadas por todo el campo, tampoco el característico cantar de grillos que desempeñaban importantísimo papel en el paisaje nocturno no existía ya, sin darme cuenta todo se encontraba bajo el efecto de un silencio de ultratumba. 

     Estuve cerca de media hora caminando, sin suerte no encontré rastros de lo que hubiera provocado que yo empezará una persecución, me estaba desesperando, ese sentimiento profundo que carcomía mi pecho, aquel sabor a pérdida, no encontraba el camino de regreso, el miedo debido a las tinieblas empezaba a invadirme de a poco, era como si estuviera en otro sitio, era como si fuera transportado a un lugar lejano, iluminé brevemente los alrededores, me sorprendí mucho, ya toda la maleza de hace unos momentos no estaba, el ambiente se hizo claramente pesado, me daba mala espina. 

     Noté un viento ártico que sopló sobre mi nuca, recorría por todo mi cuerpo, hasta hacerme sentir un frío terrible, me di la vuelta y era mi asombro aún más, todo el lugar de pronto se convirtió en un escalofriante cementerio, lápidas por doquier, ataúdes abiertos estaban fuera, era como si todo fuera saqueado, pero lo que me sorprendió mas era que había pentagramas de color rojo dibujados en cada lápida, cráneos agrupados formando una pequeña columna en medio del terreno. Alado estaba ahí parada de espaldas, podía ver a una mujer, tenía una larga cabellera color castaño que le llegaban hasta los pies, sus brazos y piernas denotaban un pálido color de piel, tenía puesto un vestido blanco salpicado con pequeñas gotas de sangre, estaba descalza. 

      — ¡Psst!... Hol… ¡Hey!... ¡Hola! ¿Qué haces aquí? 

     Apenas se lograba escuchar mi voz por el nerviosismo de punta que tenía, pensé que no me escuchó como me imaginaba, insistí, la llamé nuevamente, no hubo respuesta. Así que le apunté con mi fusil, la tenía en la mira mientras planeaba rodearla para verle el rostro alejado a suficiente distancia, fue una muy mala idea, en el acto apenas empezaba a dar el primer paso, su cabeza bruscamente tomó un giro de 180º hacia mi dirección, no tenía ningún rastro de ojos, ni nariz, es decir no tenía rostro, no tenía expresión alguna, solamente mantenía una boca de la cual emitió una especie de sonido, un chillido inhumano ensordecedor. Del susto disparé, me alarmé aún más, la bala atravesó su hombro dando paso a un gran agujero en él, pero pareciese que no le importase a ella, antes de dar el segundo disparo, una fuerza sobrenatural me empujó unos metros más atrás, mi arma salió disparada, hacía un lugar incierto, la linterna por suerte quedó a la altura de mis botas, podía ver el rayo de luz característico que emanaba, la recogí rápidamente mientras trataba de ponerme en pie, pero al alzar la vista, la tenía frente a mí, de aspecto horrendo sus venas sobresalían, en medio de todo el espacio en blanco donde deberían estar sus órganos de los sentidos de vista y olfato, claro si es que fuera humana. 

     Se quedó unos cuantos segundos frente a mí, mientras la adrenalina impulsada por el sentimiento de pánico me inundaba, la boca de esa cosa se abrió considerablemente de tal manera que sólo veía negrura dentro de ella. 

     Llegó hacia mis ojos un resplandor intenso, como si el potente flash de una cámara me impactara de lleno, caí de mi cama hacia el suelo, una descarga eléctrica sacudía mi cabeza, mientras mi cuerpo realiza movimientos bruscos en todas las direcciones, mi mente se va quedando en blanco, no puedo reaccionar y la vista se va nublando, todo se oscurece mientras me falta la respiración…

Relatos de terror, Coma (Parte II)

Imprimir o exportar PDF

0 comentarios:

Publicar un comentario