Hace ya mucho, muchísimo tiempo atrás, en un sitio antiguo y recóndito del universo. Un pequeño muy alegre correteaba, jugueteaba por un inmenso lugar, un lugar campestre, un lugar verdoso lleno de un sinnúmero de fantásticos paisajes, paisajes maravillosos iluminados por una calurosa luz que le brindaba una frescura tan cálida en su piel, mientras de un salto caía sobre un acolchonado jardín lleno de miles de flores, hermosas flores silvestres con innumerables e inimaginables colores.
El chico yacía tendido con brazos y piernas extendidas, miraba el cielo, en donde las estrellas con un brillo parpadeante volaban apresuradas de un lado al otro, como si desesperadas quisieran llegar a su destino, o como si escaparan de algo tenebroso que las perseguía sin descanso por todo el espacio, dejando con ellas a su paso, un rastro deslumbrante. Tal vez, como señales de auxilio, o simplemente, señales de deseos fugaces. Mientras tanto, el pequeño reía a carcajadas por largo rato debido al juego que acababa de realizar anteriormente.
Entusiasmado y listo para repetir la acción cuantas veces quisiese, de un brinco se puso de pie, sentía que todavía tenía mucha energía. Pero, algo inusual notó mientras lo hacía. Algo, un objeto extraño caía del cielo, no lograba distinguirlo a simple vista. Así que, se apresuró a correr y correr hacia el horizonte subiendo por empinadas colinas, hasta el lugar donde pudiera caer ese objeto raro que, al caer, todo el suelo a sus pies tembló súbitamente.
Luego de correr por un tiempo sin descanso, de pronto llegó a un espacio en donde árboles gigantescos nunca antes vistos estaban dispuestos en forma de entrada hacia algún lugar incierto. Tenían extraños símbolos grabados de múltiples formas geométricas de toda clase y simetría perfecta recorriendo como canales por sus ramas, también por su tronco y hasta en sus hojas, que por cierto eran de forma hexagonal.
En aquella gran entrada existía una capa, una especie de membrana brillante y multicolor que se mecía como si fuera un líquido vibrante suspendido en el aire. Aún dudoso, el chico se acercó más y observó como se iba formando su reflejo, como si fuera alguna especie de metal o cristal y que por alguna razón, no permitía ver que lo que había detrás de ella. Al tocarla con su mano derecha, ésta se meció. Tuvo la decisión de hundir su mano dentro por completo y sin mucho esfuerzo, el pequeño tuvo la sensación momentánea de entrar al agua, y sin importar nada, finalmente saltó de un brinco al otro lado atravesando aquella entrada.
Cayó sobre otro lugar, pero esta vez el suelo era el que resplandecía de luz, también había sombras que provenían de la multitud de árboles alrededor, el niño se encontraba en una especie de bosque, el cual permanecía en completo silencio, sin escucharse algún tipo de ruido en la lejanía. Permanecía en un lugar que nunca había visitado antes, un lugar un tanto oscuro, un lugar sombrío debido a los grandes árboles que por sus cientos de ramas y sus millares de hojas tapaban la claridad tan característica del lugar en el que vivía.
Caminando por un rumbo desconocido e incierto, al poco tiempo, en un pequeño charco de agua logró ver un objeto flotar, se apresuró a recoger y tener entre sus manos aquella pequeña cosa alargada con una terminación parecida a cabellos, como los pequeños mechones de pelo de su cabeza. Y mientras lo tenía en su poder lo examinaba cuidadosamente. Encontró letras doradas grabadas a lo largo del objeto que decían:
«P-i-n-t-a t-u M-u-n-d-o»
El pequeño no entendía lo que significaba aquello. Pero, antes de hacer nada, decidió secarlo en unas grandes hojas de color blanco que colgaban del árbol más cercano. Empezó a sentir un clima gélido que recorría su cuerpo, de tal modo que, empezó a extrañar ya aquella luz calurosa tan brillante de la que siempre estaba rodeado, mientras añoraba eso en su mente, repentinamente, al pasar los mechones mojados de aquella inusual pieza por la hoja blanca, una pequeña esfera amarilla que irradiaba una luz amarilla y calurosa se formó. Al niño automáticamente se le dibujo una gran sonrisa en todo su inocente rostro, éste sin duda, se convertiría en el mejor día de su vida.
Le gustaba demasiado las figuras redondas, así que, a un lado del sol dio pincelazos por aquí y por allá dibujando esferas más pequeñas y de distintos colores a lo largo del papel. El tercer círculo le pareció muy particular y le gustó, por lo tanto, se concentró más en éste.
Le gustaba el agua, así que, dio grandes pincelazos a la hoja.
“Tiene que haber mucha, mucha agua” —se dijo.
“También tiene que haber grandes valles donde crezcan una gran cantidad de plantas y sea un lugar muy florido como los alrededores de este mundo” —pensaba.
Por supuesto, se le ocurrió la magnífica idea de crear pequeñas criaturas que se alimentasen de las verdes praderas que crecerían por todo el planeta y aquello también lo pintó.
Algo le faltaba a su pequeño mundo que estaba creando, sentía que así era. Al cabo de un momento, decidió ingenuamente que debería haber más niños parecidos a él, para que estuvieran rodeados de todas aquellas maravillas.
Por último, le dio un brochazo final, el de crear una línea de tiempo, con ello, todos los seres que habitaban el increíble mundo pintado serían capaces de moverse, serían capaces de crecer, de evolucionar. Pensó que, con el pasar de los años cambiarían y se multiplicarían, serían un lugar fabuloso para vivir y se harían compañía.
En cada una de las hojas de cada árbol, todo lo que el chico pintaba, como si fueran cámaras de video, se distinguían millones de escenas tales como: microorganismos moviéndose lentamente, insectos de toda clase, personas yendo y viniendo en las grandes ciudades, animales salvajes corriendo en praderas; algunos corriendo como depredadores, y algunos otros asustados corriendo para ocultarse de ellos. Plantas moviéndose de un lado al otro, al ritmo del viento o lluvia, así como otras floreciendo en un día soleado, océanos furiosos llenos de tormentas e insignificantes tripulaciones tratando de sobrevivir ante ellas, mares tranquilos con aves volando libremente surcando los cielos, gaviotas volaban cercanos a la superficie del agua acechando peces para atraparlos, también se veía como especies marinas de todo tipo nadaban de un lugar a otro. Se veía como los volcanes activos erupcionaban dentro del mar o en pequeñas islas, también habian montañas y nevados tranquilos. Se podía observar el espacio estrellado, cientos de astros, constelaciones hasta infinitas galaxias. Todo lo pintado, era el fruto de su imaginación, era algo excepcional e insólito que hubiera un lugar en el que se podía crear cosas inusuales y maravillosas.
Los otros días no fueron muy diferentes. El niño pasaba horas y horas, día tras día pintando en cada hoja miles de objetos, seres y lugares, disfrutaba mucho de su tiempo, su vida había cambiado gracias a ello. Sin embargo, de vez en cuando aún le quedaba la duda, de qué fue o quién fue el que envió ese fabuloso pincel. Al fin, sus días fueron más llevaderos y se llenaba de dicha al saber que sus creaciones poco a poco iban evolucionando por si solas.
Muchos años después, el muchacho luego de una larga caminata por las praderas, decidió relajarse y acostarse viendo el firmamento. Sin pensarlo, le llegaron recuerdos y poco a poco de nuevo le llagaban a su mente centenares de preguntas que se hacía tiempo atrás sobre la aparición del misterioso pincel mágico en su mundo.
¿En dónde estoy? —La pregunta se formuló en su cabeza.
Por unos instantes todo se quedó en silencio como siempre, pero de repente, una voz parecida a la del chico apareció, pero en un tono más grave dentro de su cabeza con un eco, y finalmente se construía la palabra: EDÉN.
Se sorprendió mucho, no esperaba a tener respuesta alguna. Al instante un miedo, un nuevo sentimiento acababa de aparecer en él, algo que nunca había sentido antes. Aun así, muy valiente hizo otra pregunta.
— ¿Quién eres? —insistió.
El silencio se volvió a sentir por largo rato. Nadie respondió
— ¿Para qué o cuál es el propósito de este lugar? —preguntó. Esperando que sus dudas fueran aclaradas poco a poco.
— UN LUGAR DONDE TODO EMPIEZA, ES AQUÍ DONDE TODO SE PURIFICA, DONDE TODO COMIENZA DE NUEVO, DONDE TODO SE FILTRA Y LLEGA A LA TIERRA Y EL UNIVERSO ENTERO EN SU ESTADO MÁS PURO. TODO ES UN CICLO… —La voz dentro de su mente replicó.
— ¿Por qué estoy en este lugar? —contestó de inmediato.
— PARA QUE CONSTRUYAS MUCHAS COSAS CON EL OBSEQUIO QUE TE ENTREGUÉ, TODO TIENE UN PROPÓSITO… —manifestó la singular voz.
— ¿Por qué éste lugar tan parecido al planeta azul que creé? —formuló.
— SÓLO ES UN LUGAR. LOS HUMANOS SON UNA ESPECIE EXTRAÑA, EN ALGÚN MOMENTO NECESITAREMOS COOPERAR Y NECESITAREMOS QUE ESTÉN PREPARADOS. BUSCAMOS QUE CADA GENERACIÓN MEJORE Y LOS QUE NO SE ADAPTEN, SU ENERGÍA Y ESENCIA SIRVE PARA ALIMENTAR ESTE LUGAR — la voz respondió.
Aunque el pequeño quiso seguir interrogando a aquella voz, de breve dentro de su cabeza se escuchó: TODAVÍA NO ES EL TIEMPO… y de pronto, todo se nubló con la vista en blanco, el chico se desplomó….
Hoy en día todas las personas tienen un pincel mágico escondido muy dentro de sus corazones, un obsequio, un recuerdo de aquel pequeño. Por ello todo el mundo cuenta con un pincel con capacidad para poder pintar lo que ellos más anhelan y que solamente en sueños pueden alcanzar.
Y tú… ¿Estás dispuesto a usar tú pincel mágico? ¿Te atreves a…pintar tu mundo?